viernes, agosto 31, 2007

MADRILEÑANDO

Este viernes, último de vacaciones y de agosto, por razones ajenas al cuento, llegué a Cuatro Caminos a eso de las doce. Aun debía gestionar otro encargo en los alrededores de la Ciudad Universitaria, gestión breve y provechosa. Aproveché para descender hacia Moncloa por el Paso Juan XXIII, por el que paseé diariamente durante cuatro años de juventud. Empalmé con Isaac Peral hastas Princesa. Visita a la Calle Hilarión Eslava. De siempre tengo deseos de escribir ua novela cuyo título sería "El año que vivimos en Hilarión Eslava". Algunos de los bares de la zona se han convertido en bancos, otros en agencias de viajes y otros han cambiado de dueño y de nombre. En esta última categoría se incluye el antiguo Herza, en Hilarión Eslava, que hoy y se llama Cesáreo. Huele a pintura nueva y el nuevo regidor desborda alegría.
En frente, la casa donde tuvo la tahona Don Benito Pérez Galdós y donde vivió y murió. Así reza en la placa de la pared. Yo conocí la casa vieja medio abandonada.
En Princesa me asomé al bar Manolo, bar de citas entre universitarios. Allí sigue. El Corte Inglés se hizo con el Barrio de Chozas a pesar de las protestas de los intelectuales del momento que escribian en la revista Triunfo, que estaba en este barrio. Inolvidables algunos artículos de Luis Carandel sobre el tema. Ahora es centro comercial y Hotel Princesa y paso subterráno.
No saludé a los amigos del CAP de Moncloa, -un saludo para el amigo Antonio Martínez Mansilla- que están tres cuadras más hacia La palaza de España. Y fue en ese trayecto donde la figura del paisaje se hizo patente. El mediodía, muy agradable en cuanto a temperatura, se adornaba con un vientecillo suave y juguetón. Una ninfa de falda corta se esforzaba por que el aire tuviera consideración con la leve tela y no la levantara más allá de donde las buenas costumbres lo ordenan. ¡Arduo trabajo para la paseante! y curiosidad picante para los mirones. El vientecillo jugaba con la muchacha y con los curiosos de tal manera que tanto ella, aunque apurada, como los demás, divertidos, soltamos todos una risa complice y un aplauso cuando el viento generoso dejó al descubierto esa púdica parte de la doncella donde la espalda pierde su honesto nombre: es decir, el culo.
El paseo se alargó andando hasta Conde Casal con el paisanaje arrastrando maletas y yo leyendo una novela de detectives adquirida en una librería de lance.

1 comentario:

Kety dijo...

Hola Pedro,
Suele ocurrir que uno guarda recuerdos de paisajes y paisanajes y cuando vuelves pasados unos años, los recuerdos se quedan hecho añicos para acumular otros nuevos.
Seguro que tienes tema para una novela, la podrías titular..."El viento aliado de los mirones" por ejemplo.

Gracias por tus palabras.
un abrazo
kety