miércoles, septiembre 03, 2008

DIARIO DEUN JUBILETA 3

Ayer me fue imposible rellenar de experiencias este espacio. No porque no se produjeran sino porque el tiempo resultó escaso para llegar a esta tarea. La mañana se saldó con las rutinas de costumbre: despertar a las siete, preparar café, aseo personal, tomar café, subir cafe a mi mujer a la cama, tomar café, salir a compar el periódico y el pan, tomar café y llevar Beatriz al trabajo. Esta forma de obrar absolutamente repetitiva terminó a las nueve de la mañana a las puertas del metro de San Fernando de Henares. Hoy tocaba Ministerio de Agricultura Medio Ambiente y Medios Marinos (el nombre no es exacto auqnue se aproxima). Para llegar a este ministerio, en la plaza de San Juan de la Cruz, -el nombre nada tiene que ver con la mística de la plaza donde reinó una estatua de Franco hasta hace bien poco tiempo- se viaja por el metro Este hasta la Estación de La Peineta y allí se toma la línea que te conduce hasta Avenida de América. Nuevo cambio y el circular, linea 6, te deja en Nuevos Ministerios. Se baja por la Castellana y donde arranca Rios Rosas, está La Plaza de San Juan de la Cruz. Edificios altos y macizos de los treinta a cincuenta. En el Ministerio gestioné el encargo que me habían hecho, por aquello de que disponía de tiempo. En verdad todo fue bien en media hora había resulto el asunto. Pero ya eran las once y el periódico a medio leer y sin haber hecho el crucigrama. Me senté en la terraza de la cafetería Kon Tiki. Cafetería mítica de mis años jóvenes cuando me movía con regularidad por la calle Vitrubio. Quienes sean maestros o profesores de la pública y tengan cierta edad se acordarán de Bárcenas. Allí aparqué el café y me decidí por uno de esos refrescos energéticos tan en boga. Leí lo que me faltaba de interesante del diario y rellené el crucigrama. Las once y media.
Y comenzaron las llamadas: Gabriel quería agilizar la salida de los cuatro cuadernos que faltan de la colección Quatrivium, Pili Becerra me ofrecía las portadas de "101 dictados para piano", Noelia desde Sevilla se comprometía a agilizar trámites... Y Canales había llamado el día anterior dos veces. Lo llamé yo. Quedamos en Doctor Esquerdo esquina Sainz de Baranda. De nuevo línea de metro circular. Casi la una de la tarde, hora de los vinos. Nos contamos las experiencia de jubilitas. Llevamos los mismo días. A él también le han ofrecido cursos de historia, de macramé y de cocina creativa... Y él ha contestado que, como jubilado que es, lo único que desea es no hacer nada y, por encima de cualquiero otra cosas, que nadie le mande hacer nada. Que hará lo que le apetezca.
De tasca en tasca fuimos desgranando nuestras intenciones y proyectos inmediatos. Ambos coincidiamos en uno: meternos en obras en las respectivas casas del pueblo. Eso conllevará la ausencia deMadrid de dos o tres días a la semana, mientras duren las obras. Nadie se puede fiar de los albañiles.
Como caminábamos por su barrio los saludos se sucedían al compás de las chacotas algún que otro pitorreo y muchas risas. Estas culminaron el bar La Gamba. Allí nos juntamos con otros dos jóvenes maestros de nuestra edad. Estos pertenecientes a la enseñanza concertada y también jubilidos con alivio de luto. Verán: ellos han de acudir un día a la semana o una semana al mes o un mes al año o una hora al día a sus respectivos centros. Así completan su pensión. Los cuatro colegas pertenecemos al mismo sindicato. La conversación sabía tan rica como la fresca cerveza y la mañana perdía peso al compás de las cañas y la charla. Hicimos un respaso exahutivo de la educación en Madrid desde los años setenta hasta nuestros días: la temporada que hemos dedicado cada uno de nosotros a este menester.
Pero lo curioso fueron las ofertas de empleo que nos habían hecho. Los dos compañeros también tendría obras que vigilar: uno en Burgos y otro en Soria. Les mandaban a los recados como a los niños y se buscaban susterfugios. Uno de ellos paseaba unas medicinas para la tensión que se iban olvidadno en cada rincón de las barras que visitábamos. El otro se había dado de baja en FETE y se había afiliado a laUPA. Le vendría bien para vender unos melocotones y unas uvas que cultivaba en su pueblo.
Los teléfonos móviles echaban chispas: las disculpas las repartimos solidariamente y nuestras respectivas esposas, comprensivas las cuatro, hicieron con que nos creían. Eran las cinco y media de la tarde cuando llegaba a Velilla. Enciendí el ordeador para ver las portadas de Pili y mandar u e-mail a Gabriel y me encuentré al aparato invadido de troyanos que no me dejan trabajar. Sólo quedaba echarme la sieta y eso hice. Me desperté a las diez de la noche.

2 comentarios:

Kety dijo...

Hola Pedro, ya te dije en otro comentario que descansaras, porque el curso se presentaba ajetreado- lo cierto es que no sabía que te jubilabas-, pero no me equivoqué.

Siempre tendrás un rato para escribir. ¡Seguro!


"él ha contestado que, como jubilado que es, lo único que desea es no hacer nada y, por encima de cualquiero otra cosas, que nadie le mande hacer nada. Que hará lo que le apetezca".

Esta palabras me resultan familiares.

Felicidades jubileta

Ele Bergón dijo...

Hola Pedro.

Ya veo que se ha arreglado tu ordenador y que sigues ocupadísimo.

Si vuelves a ver a Canales dale muchos recuerdos de mi parte. El año pasado no fui a su curso y ahora ya no lo puedo recuperar. Es lo que tiene el tiempo que se va y ya no vuelve.

Me encata leer tu diario, así que lo seguiré día a día.

Besos.