domingo, agosto 31, 2008

¿DIARIO DE UN JUBILETA?

Hoy último día de trabajador en activo. Mañana, día uno de septiembre, ya no tendré que acudir al trabajo de toda la vida. Mi hijo Juan me toma el pelo y me recomienda que me apunte a un curso de petanca. Fernando y José Manuel me recibieron ayer, a eso de las doce de la noche, con un "¡Coño, un jubilado marchoso!" Era la hora del güisqui nocturno. Les repliqué negando la mayor: "¡Aún me falta un día!"
Hoy, domingo 31 de agosto, a estas horas ya he dado un paseo, he leído dos periódicos, he hecho las once - consiste en comerse el bocata de ahora, un cacho pan y tocino en el lenguaje de antes-y ahora me propongo planificar futuros.
Debería empezar por ordenar la mesa y contestar correos, pero me da pereca lo primero y lo segundo lo aplazo para más tarde.
Debería escribir un capítulo del el Quijote informático, jubilado de telefónica, que ha embaucado a un tal Sancho, de profesión sus chapuzas, en la aventura de hacerse autónomo y contratar obras de mantenimiento en el emporio toledado de Seseña - La Mancha debe seguir presente-, donde se hará con el mando de la ínsula de las aguas residuales de Paco el Pocero, pero no tengo datos suficientes a mano.
Debería corregir los planos de la remodelación de la casa de Cabezabellosa, pero me faltan fuerzas y temo discusiones familiares.
Debería seguir corrigiendo la historia de Juan Galvez, pero las correcciones las tengo en el ordenador portátil y ahora me siento en el de mesa.
Debería escribir la novela vivida este verano que tengo prometido a Beatriz, pero es complicado hacerlo sin una previa planificación y la planificación me sobrepasa.
Debería desarrollar algún que otro proyecto pendiente, pero lo dejo para el tiempo relajado que me espera a partir de mañana.
En consecuencia, no hago nada y me juego un solitario en el ordenador.

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