lunes, enero 02, 2012

LOS LUNES "pamisola" : RELATILLO DE CORRAL



            No es la primera vez que Benito, que es casi un crío, se levanta temprano para ir a la ciudad. Aproximadamente una vez al mes ha de llevar unos cuantos animales (esta vez dos pollos) para venderlos en el mercado cuando las provisiones familiares empiezan a escasear.
            Y tampoco es la primera vez que obedece la orden de su padre de mala gana. Él se ocupa de los animales, y a veces sucede que se encariña con ellos. Sobre todo cuando les pone nombre.
-No se puede hablar con alguien todos los días si no tiene nombre, -dice Benito-, aunque tenga plumas.
            “Carol”, una hermosa gallina robusta, pechugona y de patas fuertes señal de ser buena ponedora, y “Roque” un apuesto gallo de gran cresta y bonitas plumas de colores, del marrón oscuro al rojo sangre, y la garganta más clara y ruidosa del gallinero, eran los elegidos esta vez para el sacrificio. Los dos tenían en común sus ojos, unos círculos diminutos como pildoritas brillantes y en constante movimiento, que miran al muchacho con curiosidad y extrañeza al notar el espacio reducido de la jaula donde están desde hace un rato para hacer el viaje.
            Y qué puede hacer Benito si no lamentarse en silencio, -la vida es así- le decía su padre. De no venderlos, pensaba, hasta se alegraría… pero sólo a medias.
            Por el camino se preguntaba quién se los compraría y hacía verdaderos esfuerzos para no imaginárselos en el punto final; en una bonita bandeja con muchos adornos comestibles alrededor y untados de pringosas salsas, en el centro de una gran mesa y quién sabe si acompañados de algún que otro animal de su linaje; un pato a la naranja, un cochinillo asado con una manzana en la boca o unas perdices escabechadas del día anterior. Y sentados a la mesa, personas muy elegantes esperando para empezar el festín.
            Los pensamientos le hicieron más corto el camino y sin darse cuenta se plantó en la alegre y ruidosa ciudad. La gente entraba y salía de las tiendas con prisas y se apañaban para no tropezar con los montones de nieve acumulados en las aceras. En casi todos los escaparates había carteles donde se leía:
           " Se prohíbe vender toda clase de animales de corral."
            "Peligro de contagio por una peste desconocida."
            Benito se quedó ensimismado mirando el cartel, y hasta que no le llegaron los mocos a la boca no se dio cuenta de que estaba llorando.
P. Merino  Pamisola

2 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Cuando menos te lo esperas, surge la sorpresa, por eso en estos tiempos tan intranquilos, solo nos queda esperar "un efecto mariposa"

Besos

Luz

Puri dijo...

Hola luz,
gracias a tu comentario me he puesto a mirar un poco por encima lo del "efecto Mariposa", y he llegado a la conclusión; yo lo he mirado por lo que tu has dicho cuando has leído este cuentecillo, que Pedro ha puesto aquí y que escribí porque tocaba hacer un cuento en el Taller de Escritura y que elegí como optativa cuando tomé la decisión de matricularme en unos cursos que....¿o algo así?, creo que va a ser muy cansado llegar al primer aleteo.


saludos.