domingo, octubre 01, 2006

YA UNO DE OCTUBRE

Debería haber continuado el mismo día 26 de sptiembre con este mismo diario, pero la noche se complicó en devociones sociales. El funeral reunió a los esperados. Por allí andaban Manolo Paniagua y su mujer Elitsabette, -la francesa de la aventura juvenil y la huida a Francia-, Rogelio García, metido a vinatero y exportador de caldos a Bruselas aprovechando su puesto en Comisiones Obreras, Manuel Bernal y otros.
Por supuesto que también acudió Emilio Ortega. Emilio Ortega merece un punto y aparte. Por eso aparece aquí de esta manera. Emilio Ortega sucedió a Pedro Almodovar en el coro de los curas cuando le echaron del seminario. Emilio Ortega sigue de músico. No compone las canciones para las películas del, ya por entonces, ilustre colegial, pero ameniza las noches inbsomnes de martrimonios con edades parejas a las nuestras en un bar cercano a la estación de Chamartín.
Pero emilio Ortega es el hilo que teje la tela de araña de estos hombres cincuentones que nos vimos en el funeral de Eugenio Montes. Emilio escribe sonetos y uno leyó en honor el amigo desparecido.
En la Iglesia Emilio me entrega un cuadernillo de poemas que ojeo y leo mientras el cura oficia. Ignoraba aún que Emilio leyera al final de la misa un poema. Emilio me pide el cuadernillo. Se levanta, le cedo el paso, sube al altar y desde el mismo púlpito que ha ocuapado el cura, nos lee emociando un soneto. Emilio llora. Pedro el hijo de Eugenio, se emociona.
Al salir Emilio me devuelve el cuadernillo y dice "es para ti". "Muchas gracias" respondo. Intervine Pedro Montes. "Me gustaría guardar una copia del poema que has compuesto en memoria de mi padre". "Yo te lo mando", se ofrece Emilio, "Toma el cuadernillo" intervengo yo.
"No sabía como pedírtelo" se disculpa Pedro Montes. "Pues como lo has hecho" intervengo. "Ignoraba si la propiedad intelectual lo permitía" arguye. "Como es mío puedo hacer con él lo que quiera" concluye Emilio.
Lorena Montes, la hija de Eugenio también se acerca a mi. Me ofrece fotos de su padre poco tiempo antes de morir. Le respondo que quiero verlas y le facilito mi correo electrónico. Pocos días más tarde recibo las fotos, pero esto es otra historia.
Abrazo a Lola la madre de los hijos de Eugenio, su primera mujer. Mi admira su entereza, si bien la enteiendo. Más de veinte años de conviencia, tres hijos, muchas ilusiones y algunos disgusto, entre ellos el abandono, se olvidan ante la nada total.
Los demás compañeros se despiden. Emilio y yo nos tomamos unos vinos. Hablamos de literatura y de la vida. Contamos muchas cosas en poco tiempo. Lo que aflora y preocupa en el momento exacto, el sustento de la vida, las ilusiones y los fracaso, el engarce del pasado con el futuro cuendo el presente es sólo un vaso de vino corriente en una cervecería de pueblo. Y al fondo la literatura, el afan de supervivir hecho de palabras.
Lo dificil que resulta escribir sobre estados de ánimo que se contraponen...
debería haber escrito esta entrada la misma noche del 26, cuando los sentimientos aún estaban muy vivos...
Volvermos sobre ello.

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