Depende de muchas circunstancias las maneras de vivir la Navidad.Un factor casi determinante son los niños. Si hay niños o no, en la casa cambiará la decoración, los horarios, la comida, los regalos; sobre todo los regalos. Eso lleva implícito escribir una carta a los Reyes Magos, como salvoconducto indispensable para poder recibirlos. Eso, y otras cosas más que van generando un desasosiego especial que ellos contagian a todos los que les rodean, y que a su vez les siguen la corriente además de alentarles en aras de la eterna ilusión. Si no hay niños, o sea que ya son más que talluditos los que viven en casa y no les importa mucho lo que pasa en ella; nos ahorraremos llevarles a ver la cabalgata, visitar los belenes, los adornos de las calles, el árbol gigante de la plaza. Limpiar los zapatos, y dejar vasos de leche con pan para los camellos y todo el plan. A ellos, todo esto, poniendo por caso que no les suene a chino, les dará la risa.
Los regalos también hacen ilusión a los adultos, aunque el proceso sea más descafeinado. No hay que pedir por carta a ver que cae. Se pregunta directamente para no cometer errores, y no importa que se elimine eso de la sorpresa, con tal de que esté empaquetado y con lazo.
Pero hay regalos que no están en ninguna lista, que no hace falta que se anuncien con publicidad, ni se preciarán de tenerlos en las tiendas más exclusivas. Tampoco hará falta que vayan envueltos con cintas de colores relucientes. En este caso sólo se cumplió un requisito: la sorpresa. Una lección de memoria de la abuela (92 años) en la comida de Navidad,
-Os voy a decir un poema- nos miramos todos esperando El vaquerillo, de Gabriel y Galán que a ella le gusta mucho, y nosotros lo recordamos de cuando nos lo decía de niños.
-¡Alto el tren!- Parar no puede.
-¿Ese tren a dónde va?- Por el mundo caminando
en busca de un ideal.
-¿Cómo se llama?- Progreso
-¿Quién va en él?- La humanidad.
-¿Quién lo dirige?- Dios mismo.
-¿Cuándo parará?- Jamás.
Con la voz clara y segura y respetando todos los signos de puntuación, siguió: -esto es de un libro que yo leía cuando iba a la escuela- que se llamaba, “Lecciones de cosas”. Y se quedó tan tranquila.
Un verdadero regalo.
(El libro existe, y el poema también, se llama “El tren eterno” y es de Manuel de la Revilla)
P. Merino.
2 comentarios:
Puri, imagino las caras de sorpresa, esperando que dijese:
"He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecito!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara…"
Y saliera con "El tren eterno"
Aún así, puso a sus 92 años la guinda, y un recuerdo inolvidable.
Felicidades por la parte que te toca.
Besos
Kety, ya veo que encontraste el poema, fue culpa mía , cambié "Mi" por "El".
Yo creo que cada vez ahonda más en el saco de los recuerdos, y se encontró con eso. Yo no se lo había oído nunca.
Gracias, por la parte que me toca.
Abrazos.
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