No disfruté con ninguno de los dos eventos, el fútbol porque no me gusta y de los libros porque la oferta que vi no me entusiasmó. Disfruté de las terrazas y de las conversaciones, del bullicio silencioso de los turistas en torno a los museos de El Paseo del Prado, El Reina Sofía, El Prado, El Thyssen, El Naval... También disfruté del bullicio de La Puerta del Sol y me alegró que la gente pueda sentarse en el murillo que han colocado en torno a las dos fuentes. Disfruté de La Plaza de Canalejas leyendo una novela policíaca editada por Editorial Molino sospecho que en los años cincuenta, pero que carece de ese dato. Los libros de lance siempre me han gustado y si alguien los ha usado antes, mejor. En la mesa de al lado se sentaron un grupo de hombres -algunos muy ejecutivos, otros más deportista, al menos en apariencia- que lucían camisetas y bufandas del Barcelona, pero no hablaban de fútbol, hablaban de música, de la caída del tecno, de los viajes que habían realizado: Canadá, Estados Unidos, México y lo que preparaban pera este verano crisado. No sé si se dedicaban a la producción, a la promoción o a la música pero colegí que vivían de la farándula. Por allí pasó un bullicioso grupo de muchachos con insignias y camisetas del Madrid: alborotaban sin meterse con nadie aunque gritaban aquello de "español, español" como si los de más no lo fuéramos. Subí por Preciados donde una legión de escritores firmaban o intentaban firmar sus libros a las puertas de FNAC con más pena que gloria. Gran Vía abajo aterricé en la Plaza de España. En un banco seguí la lectura de la novela "Cúmplase la ley" comprada en el pasadizo de San Ginés. En el banco de al lado merodeaba un tipo con una cámara y una chica desarrapada hacía preguntas a un muchacho con pintas de indigente que mostraba su mochila. La chica desapareció y el desarrapado de la cámara continuó captando imágenes. Cuando también se retiró, el protagonista de la historia se acercó a mi.
--¿Qué es cuatro?
--Un canal de televisión -contesté.
--Me han dicho que lo que han rodado es para "Callejeros" y yo no sé qué es una cosa ni la otra.
--¿Qué haces aquí? -pregunté.
--Descansar -respondió risueño-. Estoy haciendo el Camino de Santiago.
--Pero tú no eres español.
--No. Soy portugués de Oporto pero prefiero venir por aquí porque el camino portugués ya lo he hecho.
Echamos un cigarro, le expliqué ambos conceptos, el se echó en el césped a descansar, yo seguí leyendo. Poco después observé como la pareja de desarrapados hablaba con otro grupo de mendigos. Entendí sus vestimentas acorde con el reportaje que hacían y mi pensamiento voló a la humanidad de Gustavo Quintana, director de producción de "Viridiana" del gran Buñuel y su búsqueda de mendigos para comprarles sus harapos empleados en las escenas casi finales de la película. Atardecía. Me desplacé hasta la zona de Goya. Tomaba una caña en La Cruz Blanca. Me extrañó no ver hombres en las mesas. Una señora muy amable con ganas de cháchara se extrañó de mi presencia y se asombró más de que no me gustara el fútbol, no opinó sobre mi concentración en lectura. En fin que Madrid en primavera sigue siendo "La corte de los milagros"
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