Me llama Leopoldo. Miguel toca en el café Populart. Allí estoy. Me encuentro con Leopoldo, Raquel Prieto y otros que dieron el cante en su momento. Miguel vive en Amsterdan. Ha venido sólo a tocar durante cinco días. Toca con la banda de Norman Hogue en un homenaje a Louis Prima. Jazz con swing a tope. A parte de Norman, sombrero y pajarita, desde la tarima nos deleita con su voz Angela Cervantes. ¡Que voz, qué canciones, qué swing, qué alegría! Miguel, corbata roja sobre camisa negra, se esconde detrás del piano y da entradas al contrabajo y al baterista -denominación que emplea siempre El Cifu-. Norman canta, coquetea con Ángela y hace malabares para que la vara del trombón no se coma el atril de las partituras. Lógicamente se trabucan las partituras y terminan todos tocando de oído, pero no se pierden. Al saxo debía estar Rafa Serrano, buen amigo y residente en Velilla, pero no está. su lugar lo ocupa un joven de pelo largo que se llama Lisandro Mansilla.
A las mesas, además de los directores y coristas -ellos y ellas- de coros de Alcalá nos sentamos Leopoldo Rodríguez y yo. A nuestro lado unas jovencitas disfrutan de la música. No resisto la tentación y presento a Leopoldo como padre de Miguel. Las muchachas quedan enganchadas de los ojos azules de Leopoldo, pero él mira hacia la madre de Miguel y toma otra trago de güisqui.
Miguel, el próximo curso tocará en Nueva York. Leopoldo casi vuela: siempre fueron músicos todos en esa casa... Enhorabuena y gracias por la música a todos.
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