ALCORCÓN

Nunca me gustó el fútbol ni ningún deporte. Es más, soy un tanto antideportista y tengo pendiente - ¡¡de toda la vida!!- un panfleto contra el deporte. Pero no lo he hecho todavía. Sin embargo hoy me apetece escribir sobre el fútbol. Andan cabreados los altos dirigentes de los clubes porque suben el nivel de impuestos a sus futbolistas estrellas. La subida es sólo un acto demonológico y poco eficaz, pero si comparamos la dedicación de los galácticos con los sueldos de los muchachos -¡y no tan muchachos!- del Alcorcón, nos puede dar vértigo. He leído hoy una entrevista con Eduardo Mendoza donde decía que el fútbol es la épica actual. Puede ser. Lo del opio del pueblo, también, y lo de pan y circo, también. Pero a nadie deja indiferente que un modesto equipo de un arrabal de Madrid, -eso es Alcorcón, un pueblo de inmigrantes extremeños, andaluces, castellanos, leoneses y de todo el centro despoblado de la península-, gane al más genuino representante del centralismo cutre.Es la victoria de David contra Goliat, aunque ¿ y si Goliat, al igual que Sansón, fueran los buenos? Eso es lo que entiendo que quieren decir los representantes de empresas como telefónica que se han reunido en un congreso de empresas familiares. El juego del lenguaje, la perversión de la palabra alcanza tales desmanes que sólo me queda echarme a llorar. Pero no lo lograrán. Hoy el Madrid ha perdido frente al Alcorcón.

Ni me alegro ni me entristezco, ahora bien si aceptamos las normas de juego, las que nos pongamos, la cosa es de risa...