sábado, febrero 18, 2012

BUSCADORES DE ORO


             De las múltiples profesiones que los intrépidos emprendedores descubren durante este duro mes de febrero en Madrid la que más llama la atención es la clásica del buscador de oro. Esto no debe ser el extremo oeste americano ni el río Hurdano, tal vez sea más cómodo el trabajo pero se me antoja tan arriesgado como el de los exploradores de aquellos tiempos. La cosa consiste en ponerse una chaqueta negra que luzca el lema del oficio: “compro oro”. El atuendo lo luce un hombre negro, fuerte y cachudo que reparte papeles a los viandantes. El real metal se busca pepita a pepita en el torrente de personal que deambula por las calles del Barrio de Salamanca y calles centrales de la capital. Son cribaderos interesantes, con abundancia de pepitas y en ocasiones con deseos de deshacerse de las piedrecillas. Los arriesgados sacadores persisten en su trabajo persona por persona, muy cerca de la puerta del túnel donde se guardará lo adquirido. Suele ser cristaleras opacas a base de adornos con figuras risueñas y letreros explicativos y animadores: “¿Qué puede hacer con ese pendiente viudo, ese anillo olvidado o ese reloj que no funciona? Tráiganoslo y nosotros se lo pesamos, se lo tasamos y usted se lleva su dinero”
             En ocasiones las pepitas las localiza el ojeador del cartel en el bolso de una señora o en la curiosidad de un hombre de edad mediada - al rededor de los sesenta- distinguidos, corbata, abrigo y discretos tacones, que traspasan disimulando la entrada a la gran oferta. Imposible saber si lo que empeñan o venden es por deshacerse de ello o por necesidad perentoria de efectivos pero en época de crisis cualquier dinero es bueno incluso para los bien vestidos.
                Los mineros de las calles seguirán con sus cribas en las calles esperando que la pepita caiga de su parte. Ellos también trabajan a comisión, como los antiguos mineros y, por supuesto, sin seguridad social ni contrato de trabajo, para eso son emprendedores. No hay tiempo para la lírica.

viernes, febrero 03, 2012

BUFANDAS



            El frío nos mete bajo tejado: “la gente fuma menos a la puerta de los bares”, me comenta el camarero de “El Retorno”. En Madrid campea como puede la pasarela Civeles  y a mí me da por observar las bufandas que el público enrolla a su cuello. Comentaba los distintos estilos bufandiles con Emilio Ortega en un bar próximo a la estación de Atocha. “Sólo con ver el color y el estilo de una corbata sé como piensa quien la luce” sentencia Emilio. “Me gusta más fijarme en las bufandas -comento- porque yo soy poco de corbata”. Y observamos: un elegante caballero arropado con abrigo gris que marca cintura y luce solapas alivia el frío de su cuello con una bufanda también gris doblada por la mitad y formando nudo corredizo. “Ese es bancano o de derechas” afirma taxativo Emilio. Unos pasos detrás aparece un hombre abrigado con una chupa clásica y bufanda coloreada sujeta al cuello con dos vueltas y los flecos colgados. “Ese no lleva corbata y además es profesor de filosofía en algún instituto, es de la marea verde”. Asiento porque yo también entiendo que se acerca a esa variedad. El siguiente abufandado, más joven que los anteriores, lleva de tapabocas un pañuelo palestino a quien le colocamos entre los indignados. Aparece un señor de cierta edad con un abrigo elegante pero usado y su bufanda perfectamente colocada dejando ver  el  nudo de su corbata. Ese es un jubilado. Y llegó el francófilo. No era Miterrand pero lo parecía: bufanda anudada al cuello como se colocan los pañuelos de seda cuando se luce una camisa abierta.  Sólo nos hemos fijado en la moda  de hombre pero quizá tú puedas aportar opiniones sobre las féminas. ¿Y tú como y dónde te pones la bufanda?
NOTA: quería poner alguna ilustración sobre el asunto, pero en la red sólo encuentro videos para elegantes y no era esa la intención.